Esta semanita no ha sido muy feliz, ando medio bajón y eso me carga. Pero está bien, hay que asumir los momentos más tristes para salir adelante.
El jueves me asumí así, triste y como pasar la noche llorando implica para mi amanecer con el rostro desfigurado por mi ojos hinchados, decidí pasar la tarde con lentes de sol y saltarme mi clase del diplomado. Pasó mi hermana verme y nos fuimos a juntar con mi hermana casada, su delicioso hijo Nico y mi madre. Se supone que íbamos a ir a tomar once, pero primero pasamos por una plaza que queda cerca de Manquehue. Mi sobrino es el niño más rico del mundo y verlo correr con la torpeza que entregan los casi dos años de vida que tiene es lo mejor. Yo que andaba muy de falda terminé en la tierra jugando con él a llenar un balde y hacer moldecitos con arena mojada. Claro que tiene serios problemas de concentración y lo pierdes cada vez que un niño pasa por el lado. Tampoco es muy generoso, le viene el ataque de apretado cuando algún niño o niña quieren jugar con él y aunque lo pasa bien persiguiendo en conjunto la pelota, cuando es otro el que la agarra se acaba la camadería.
El día estaba delicioso y después de un rato de jugar me subí a un columpio. Una suerte de primo lejano se murió una vez en un columpio, no sé muy bien cómo es la historia, pero al parecer la estructura que los sujeta estaba vencida y el golpe rompió su cráneo. Ergo, jamás he podido relajarme del todo el un columpio. Justo cuando empiezo a tomar mucho vuelo imagino que todo se desarma y yo tardo mucho en poner los pies en el suelo. Pero en mi adorado viaje a Valdivia de este año encontré un columpio en medio de un parquecito al que me gusta decirle bosque. Entre medio de unos árboles gigantes pude comenzar mi terapia de acercamiento y poder estar ahí, sentada, relajada, aunque sea leyendo. Después de un rato me columpié y creo que hay pocas sensaciones más agradables que ver aparecer al sol entre las ramas y tocarte el rostro gentilmente, mientras vuelves a bajar sabiendo que ya regresas.
Entonces el jueves decidí seguir la terapia y la sensación volvió a mi. Aunque los árboles claramente no era tan milenarios como los del sur, servían perfecto para jugar a esconder y descubrir el sol. Y lo mejor era que mientras volaba podía ver a mi sobrino jugando con otros niños y a mis hermanas con ataque de risa.
Fue una tarde excelente.
sábado, noviembre 20, 2004
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3 comentarios:
Uy!!! Yo quiero un columpio!!! :-p
Que boni... y no se si envidio mas tu solcito o tu capacidad de disfrute...
como sea, un gusto volver a leerte, sobre todo en estos dias en que has estado tan "presente" en mi vida.
bezoz!
Vero
XXX
Yo tenia un profesor que las r las decia como G. Era de arte, y nos decía "hoy iremos al paggque a dibujag"... En ese momento me reía, pero era lejos la mejor clase. Sobre todo cuando nos decía "no dibujen con pelotas, haganlo con Gagitas (rayitas)".
El arrancarse de la pantalla y el teclado, acercarse al aire, los árboles y niños puede ser muy inspirador.
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