miércoles, julio 02, 2008

Mi novio y la loza

Es algo que no deja de sorpenderme y que supongo seguirá sorpendiéndome por mucho tiempo más. Mi novio tiene un tema con la loza y no es un tema feliz. No sé si es una limitación, flojera o una manera distinta de enfrentar el asunto, pero algo pasa ahí.

Son muy pocas las personas que conozca a las que les guste lavar la loza. Vamos, es una lata, las manos te quedan del terror, se trata de un montón de cosas sucias y meter la mano a una olla llena de agua y otros siempre será poco feliz. Pero es algo que hay que hacer y de preferencia todos los días y después de cada comida, así como el lavado de dientes. Pero como ocurre con ésta práctica siempre hay cuestiones logísticas que lo impiden. Mi padre tenía prohibido lavar la loza porque había que lavarla de vuelta después y con más fuerza porque se las arreglaba para dejarla más sucio todavía. Después de un tiempo desarrollamos la teoría de que lo hacía a propósito.

No sé si se trata de eficiencia o que mi señora madre me educó en la cocina más de lo recomendable, pero para mí cocinar implicó siempre como función paralela ir lavando las cosas que uno usaba, porque "nadie quiere a un cocinero sucio". Entonces, al menos en mi caso, lavar la loza es una tarea casi automática y bastante reducida después de almorzar, porque no hay tanta loza para lavar. Pero como nadie me paga por ser nana, no estoy dispuesta a cocinar siempre y además lavar la loza, tons esta tarea queda destinada a mi novio, gran parte del tiempo (y no porque él cocine de vez en cuando sino más bien porque para hacerme la vida más fácil -ya me entenderán más adelante- prefiero resolver el tema rápido, lo que implica que lo haga yo).

La primera etapa consiste en la acumulación, porque "lavo más rato" es la frase favorita. Y ese más rato se transforma en horas y de pronto ya es de noche y hay que levantarse temprano tons "te juro que mañana lavo todo". Y ya es el otro día y hay que cocinar de vuelta con la mitad de las cosas, en menos espacio porque está todo sucio y después del almuerzo, técito, cena, desayuno y segundo almuerzo el lavaplatos ya no puede con todo y lo que no entró se queda en la mesada. Menos mal que mi señora madre me regaló hartas ollas y fuentes (menos o esto ya me está pareciendo conspiración?), porque la preparación del segundo almuerzo es factible, aunque con los platos es otra cosa porque nuestro juego de loza es para cuatro personas (ustedes saben, la vida del estudiante, viviendo en otro país) y ya estarán oficialmente ocupados todos los platos grandes. Termina el almuerzo y el comodín "lavo en la noche" es aplicado por el novio, que obvio alcanzó a hacer todo menos lavar.

El tercer día es menos feliz, pero trato de no caer en la "tentación" con cara de urgencia de lavar porque intento establecer un punto. Pienso que por ahí fue mala idea cocinar con atún el primer día porque el olor cada vez es más fuerte, pero aplico mi comodín de tallarines pues así los sirves en plato hondo y todavía no he tenido que meter mano. No corro la misma suerte con los tenedores, pero lavar tres cubiertos locos no es tan grave. Asumo que mi tono de "lava la loza por favor" tiene bien poco de favor, pero a estas alturas comprenderán que tengo ganas de tirar a mi novio por la ventana... para lanzar la loza sucia justo después de él. Luego de gruñir por largo rato empieza la tarea, que es más fácil porque para tratar de apurar el proceso guardé la loza seca por iniciativa propia.

Como siempre me llamó la atención lo poco que lavaba en un espacio prolongado de tiempo, decidí observar su técnica mientras conversábamos. Decir que quedé impactada es poco. Nunca vi a nadie echarle tanto detergente a la esponja sólo para después dejarla más rato del indicado bajo el chorro de agua, con lo que obviamente se pierde gran parte del producto. Tampoco nunca vi a nadie refregar tanto rato una taza sin estar lavándola en verdad, insólito!. Por último, adivinen, nunca vi a nadie tan poco eficiente para poner la loza en el secador. Ok, las enseñanzas de mi madre parecían destinadas a convertirme en dueña de casa top, pero hay una cuestión de lógica mínima requerida en la utilización del espacio, no? Digo, porque es verdad que soy una experta en poner absolutamente todo en el secador de loza en un equilibrio bastante poco precario, pero que alguien me explique cómo es posible que en el mismo espacio en que normalmente se ponen 2 ollas, 6 platos, 3 vasos, 3 tazones, dos potes, una tabla de madera, dos tapas y otros, de pronto sólo sirva para recibir 1 pote, 2 platos y 2 tazas. Entonces, obvio, en la primera tanta no se alcanzó a lavar todo y el resto se deja para mañana porque "ya es tarde".

Y entramos en el cuarto día, donde hay dos tercios de loza todavía sucia, el olor es mega del terror y vamos ensuciando más porque hay que seguir cocinando. En la noche el lavado, promovido nuevamente por el guardado por parte de la novia de la loza seca, ataca uno de los dos tercios restantes e ignora la nueva producción de loza sucia. El quinto día se aplica pedir empanadas, que se comen a la rápida sobre una servilleta, tons en verdad requerí sólo de vasos que habían sido lavados y como casi nunca se come (porque no me da para preparar cena también y pico lo que pillo) no es tan grave el desastre.

Como podrán esperar, al sexto día y con los amigos hongos apareciendo en la superficie de la placa donde hacemos las hamburguesas, decido lavar todo. Y mientras lo hago pienso que el tema que mi novio tiene con la loza está pasando a ser demasiado un tema mío.