miércoles, junio 27, 2007

Soy una G-R-O-S-A

No es la primera vez que iba, de hecho fue la tercera en dos semanas, pero este lunes partí especialmente temprano a Migraciones decidida a hacer de una vez por todas el bendito trámite de la residencia temporaria. Las dos veces anteriores llegué demasiado tarde, aunque igual el viernes me había levantado a las 6:30 AM, por lo que -aprendida mi lección- en esta ocasión estaba en la fila a las 7:30 de la mañana.

Pero llegar cuando todavía estaba oscuro, pocos minutos antes de que la famosa oficina abriera, no era garantía de nada, pues antes de mí habían por lo menos unas 300 personas (sólo para el trámite del Mercosur, otra cosa es Patria Grande) y el rumor era que sólo se reparten 400 números por día. Entonces, si el cálculo de mi lugar en la fila estaba errado, poco importaría haber dormido míseras 4 horas y estar congelándome in the middle of nowhere (porque el edificio queda cerca de Retiro, pero pasadas las líneas de un tren que no se usa hace siglos, en una suerte de descampado tan poco feliz).

El asunto es que mi puntual llegada sólo me consiguió el número 333 (o C33) en los módulos para tramitar la residencia por Mercosur y mientras el asunto empezaba con el E00 yo me puse a hacer fila en la fila de la fotocopiadora para duplicar los documentos que me habían pedido (duplicados que finalmente no serían necesarios). Después de un rato me di cuenta de que la fila en cuestión no avanzaba ni por si acaso y una niña que estaba más adelante averigua que la fotocopia "por ahí" abría tipo 9:30 (eran las 8 de la mañana) y que la gente de Migraciones no tenía nada que hacer porque no depende de ellos. Muy pacientemente seguí leyendo mi libro mientras me congelaba y pasada media hora opté por seguir los consejos de un guardia y partir a Retiro a buscar una fotocopiadora sólo para enterarme que las dos del terminal estaban malas y que todos los negocios con fotocopiadoras en el perímetro que rodea el lugar abren, también, desde las 9:30. Gracias-gracias. Derrotada volví a la fila original, donde ya había perdido mi puesto y estaba so far away de mi puesto inicial.

Cerca de una hora y media más tarde (ya casi acababa mi libro) y después de una serie de escándalos provocados por personitas que querían colarse en la fila, logré fotocopiar mis papeles y conseguí una silla para esperar por mi turno, que cuando iba a llegar fue puesto nuevamente en espera porque una de las señoritas que atendía encontró que justo cuando tocaba el C33 era momento de dejar pasar a todas las personas con guaguas. Gracias-gracias-gracias.

Finalmente fue mi turno y cuando le entrego los papeles a la niña (que ya me caía mal porque me dijo "señora") me informa que el certificado de antecedentes que había emitido el Ministerio de Justicia argentino estaba malo porque al idiota que me atendió se le había ocurrido mezclar el número de mi pasaporte con el del folio, mutación que no era válida para Migraciones. Después de explicarle gentilmente que no era mi culpa y que no había manera de que ella me obligara a hacer la fila nuevamente al día siguiente, la mina me desafía a traerle el bendito certificado corregido antes de la 1:30, prometiendo que en tal caso me atendía directamente. Terminó su discurso con un muy poco gentil "pero no vas a alcanzar".

Entonces, mientras me aguantaba las ganas de llorar, partí a Retiro a tomarme el subte sólo para enterarme después de 10 minutos de espera que el tren se había detenido en la estación anterior porque algún pelotudo se había desmayado y que el servicio quedaba temporalmente suspendido. Respiré profundamente, maldije al tipo del ministerio y su descendencia, putié en argentino y lloré por tres segundos. Después salí del subte y me tomé el primer taxi que pillé, al cual le pagué con el último sencillo que me quedaba. Entré a la oficina donde se retiraba en dichoso certificado y después de que la gorda fea que atiende me ignorara por 10 minutos, me miró e informó que tenía que ir a la oficina de al lado a alegarle a un señor cuyo nombre retuve sólo hasta que pregunté por él. Obligué al guardia del lugar a decirme dónde estaba la fila para acceder a la maldita oficina de queja y cuando eran las 12:40 mi no paciencia era puesta al límite cuando una señora coreana me preguntaba en coreano dónde tenía que ir a buscar el certificado.

Cinco minutos más tarde estoy frente al hombre que puede arreglar mi día pero me informa que el trámite tarda "al menos 30 minutos" (eufemismo en argentino para decir "para siempre"). Superada, aplico la técnica de "te juro que me pongo a llorar ahora mismo" y él me promete que lo va a hacer lo más rápido posible, que todo sale bien, que el certificado me lo van a entregar, que no voy a perder clases, que al día siguiente no me tendría que levantar temprano y hasta que Chile sale campeón de la Copa América. Vuelvo a la oficina de la fea y 10 minutos más tarde tengo mi certificado en la mano. Corro por Tucumán en dirección a una fotocopiadora (que cerró justo después de que yo saliera) y me subo a un taxi que anuncia que sólo acepta sencillo. Le digo que bien por él pero sólo tengo 50 pesos y DEBO llegar a Retiro ahora-ya! tons mejor que se ponga en marcha. Arreglo los papeles en el taxi, le pago, recibo vuelto y me pongo la chaqueta en un solo movimiento mientras me bajo y corro a la entrada antes de que cierre Migraciones.

Llego donde la mina que me atendió antes y frente a su cara de sorpresa no me queda más que decirle "al final alcancé, que bueno, no?". La mina toma mis papeles y me dice que está todo bien, pero me pregunta en mala: "Trajiste los 200 pesos que hay que pagar?". Yo continúo con mi sonrisa y le digo que sí, que no se preocupe y me manda al siguiente trámite. Me siento a esperar que me llamen y cuando miro el reloj veo que recién es la 1:15.

Salí de Migraciones cerca de una hora y media más tarde con mi residencia temporal en la mano, y aunque no conseguí salir bien en la foto me digo a mí misma: misma, eres una grosa.

viernes, junio 15, 2007

Lo que más extraño



- Sacarnos fotos con mi amigas, acción que produce un cambio de switch donde todas hacemos poses, ponemos caras y olvidamos todos los pudores. Me gusta competir con la Lina sobre quién puede congelar más rato una sonrisa y que el resto se ría de eso.

- Jugar con el Nico a balancearlo y que me pida hacerlo de nuevo aunque yo esté cansada. Me gusta saber que puedo negociar con él para que lo balancee una última vez y que quedamos amigos igual.

- Ir a comer sushi con la Mono.

- Abrazar a mi mamá cuando está en la cocina y preguntarle si me va a extrañar cuando me vaya.

- Que me diga que no, porque está contenta de que yo me esté realizando al estudiar en Baires.

- Hablar horas de horas con el Zombie sobre cualquier película y darnos cuenta de lo lateros que somos.

- Conversar con la Panchita muy tarde en la noche, cuando me saco la pintura y nos lavamos los dientes.

- Contarle a la Icha que me cae mal alguien y que lo odie conmigo.

- Los chistes fomes de mi papá.