sábado, noviembre 20, 2004

Vamos al parque

Esta semanita no ha sido muy feliz, ando medio bajón y eso me carga. Pero está bien, hay que asumir los momentos más tristes para salir adelante.

El jueves me asumí así, triste y como pasar la noche llorando implica para mi amanecer con el rostro desfigurado por mi ojos hinchados, decidí pasar la tarde con lentes de sol y saltarme mi clase del diplomado. Pasó mi hermana verme y nos fuimos a juntar con mi hermana casada, su delicioso hijo Nico y mi madre. Se supone que íbamos a ir a tomar once, pero primero pasamos por una plaza que queda cerca de Manquehue. Mi sobrino es el niño más rico del mundo y verlo correr con la torpeza que entregan los casi dos años de vida que tiene es lo mejor. Yo que andaba muy de falda terminé en la tierra jugando con él a llenar un balde y hacer moldecitos con arena mojada. Claro que tiene serios problemas de concentración y lo pierdes cada vez que un niño pasa por el lado. Tampoco es muy generoso, le viene el ataque de apretado cuando algún niño o niña quieren jugar con él y aunque lo pasa bien persiguiendo en conjunto la pelota, cuando es otro el que la agarra se acaba la camadería.

El día estaba delicioso y después de un rato de jugar me subí a un columpio. Una suerte de primo lejano se murió una vez en un columpio, no sé muy bien cómo es la historia, pero al parecer la estructura que los sujeta estaba vencida y el golpe rompió su cráneo. Ergo, jamás he podido relajarme del todo el un columpio. Justo cuando empiezo a tomar mucho vuelo imagino que todo se desarma y yo tardo mucho en poner los pies en el suelo. Pero en mi adorado viaje a Valdivia de este año encontré un columpio en medio de un parquecito al que me gusta decirle bosque. Entre medio de unos árboles gigantes pude comenzar mi terapia de acercamiento y poder estar ahí, sentada, relajada, aunque sea leyendo. Después de un rato me columpié y creo que hay pocas sensaciones más agradables que ver aparecer al sol entre las ramas y tocarte el rostro gentilmente, mientras vuelves a bajar sabiendo que ya regresas.

Entonces el jueves decidí seguir la terapia y la sensación volvió a mi. Aunque los árboles claramente no era tan milenarios como los del sur, servían perfecto para jugar a esconder y descubrir el sol. Y lo mejor era que mientras volaba podía ver a mi sobrino jugando con otros niños y a mis hermanas con ataque de risa.

Fue una tarde excelente.

jueves, noviembre 18, 2004

Welcome to hell

El viernes pasado era Creamfields y la verdad es que con la lluvia que no paraba de caer me di cuenta de que la noche iba a terminar mal y me vino un arrepentimiento total al recordar el sábado anterior pidiéndole a la Lino que me comprara una entrada. Errores del demonio.

No paraba de llover y traté de ver las cosas desde un punto de vista más alegre pensando que podría volver a usar mi demasiado taquillera chaqueta de cuero, ya que con tanta lluvia era lo mejor para no mojarse ni pasar frío. Retomar las botas y partir a bailar, porque tenía muchas ganas de bailar. Mientras estábamos en el eterno taco para entrar a la Ciudad Empresarial la lluvia empezó a caer en mala y yo a cuestionarme la factibilidad de llegar a algún lugar sin ahogarse, o al menos, no demasiado empapada. El que nos hicieran estacionar a más de 10 cuadras del evento ya auguraba una mala noche y el quedar tan al fondo de un sitio baldío no ayudaba. Pero yo seguía en mi estado de ánimo positivo, aunque ahora me gusta llamarlo ingenuo. Ok, llegamos mojadas y en el lugar en cuestión sólo habían tres míseras carpas esperando recibir a las 15.000 personas. No hay manera de no caerse en el barro y cuando llegué toda mojada al hediondo baño químico consideré la posibilidad de quedarme ahí toda la noche, total igual se escuchaba la música. Me devuelvo a la carpa y tratamos de bailar con la Lino. No lo conseguimos, la gente está muy ocupada en empujarte y por ello no me parece muy descabellado ir a al escenario principal, sin techo protector, a escuchar la canción de Groove Armada que tanto le gusta a la Lino. Para cuando llegamos a la segunda carpa tengo hasta los calzones mojados y el resfrío es inminente.

Sigo tratando de bailar y me siguen empujando. La mala vibra se apodera de el lugar y no hay forma de pasarlo bien. En serio, no hay forma. Tipos ebrios y yo arrancando de ellos sólo para volver a encontrármelos más adelante. Me voy a terminar agarrando con alguna de las odiosas minas mojadas que no tienen problema en pasar encima mío. Estoy tratando de pasarlo bien pero no me resulta. Me concentro, bailo, fumo, recibo un empujón, sigo tratando de bailar, tres tipos pasan por arriba mío. Es oficial, soy invisible y no hay manera de pasarlo bien. Es oficial, por más que quiero tenemos que irnos y yo perdí 12 lukas. No importa, no es tan grave hasta que tratamos de llegar a la salida y el barro entra a mis botas. Hace rato que mis calcetines están en la punta de mis pies y ni mi pantalón corto se salva del barro. Estoy enterrada y sólo puedo caminar a menos de un kilómetro por hora, mientras la implacable lluvia me moja y me moja. Estoy empapada y quiero a mi mamá!!!!!!!!

Logramos salir y temo, esta es la última vez que salgo con mis botas regalonas. No hay posibilidad de rescatarlas. Caminamos las 10 cuadras de vuelta sólo para darnos cuenta que el auto está encerrado. La Lino sale en una búsqueda que duró una hora por alguien que nos ayude o al menos nos de una explicación. Yo estoy metida en el auto y sé que no hay manera de evitar la pulmonía. Sale un tipo del costado y uno de los giles del estacionamiento mueve nuestro auto para poder salir. La Lino no responde a mis 10 llamados y estoy a punto de llorar. La Lino llega y yo me vuelvo mala. Rayamos y rallamos aquel auto. Nos subimos y nos vamos. Nos equivocamos de calle, nos devolvemos y cuando llego a casa la ducha me espera. Como guagua recién bañada me meto a la cama y me doy cuenta de que acabo de vivir una de las peores noches de mi vida.

El domingo agarro el diario y leo: Estafa en concierto de Groove Armada. Ni siquiera me mojé por la gente correcta, no eran ellos.

domingo, noviembre 07, 2004

Sol Urbana Electrónica

Después de hacer una cola del terror por casi 40 minutos para conseguir una entrada para el día jueves de SUE, me puse de acuerdo con mi señor hermanito menor y nos aprestamos para a ir a ver The Mars Volta (los dos), PJ Harvey (yo) y Morrissey (ninguno en verdad, pero mi otra hermana se juntaba allá con nosotros y lo quería ver). Llegamos justo cuando Mars Volta empezaba a tocar y hermano se despidió gentilmente de mi, no sin antes encargarme su banano con un veloz movimiento de tirármelo por la cabeza, porque se iba a saltar con el grupo y el montón de locos que estaban allá adelante. Yo empecé entonces el recorrido por la que sería una de mis pocas noches de chica popular, porque mal que jamás me había encontrado con tanta gente conocida en el mismo lugar. Estuvo genial el concierto en verdad, aunque no pude disfrutar mucho a Mars Volta porque no encontré el público adecuado entre mis amigos, Pj Harvey estuvo total y Morrissey se transformó en toda una revelación. Ok, tengo muy claro que lleva años de años haciendo música, pero como mi hermana mayor lo había escuchado demasiado yo medio lo tenía tachado de mi lista de cosas que quiero escuchar. Sus letras son hermosas y fue genial estar ahí viéndolo ser tan divo como es junto a mis dos hermanos.

Aunque de todas formas el viernes fue para mi el mejor día. Mi querido Zombie me regaló una entrada y yo partí con la Maca y Ricardo a ver a Cerati. Nos pusimos muy adelante y nada, me aproveché todo el rato del anonimato que genera la masa para gritarle lo guapo que estaba. Saltamos y bailamos como locos, pero todo se vio algo arruinado cuando tratamos de retroceder, porque nos tincó que el público de Blondie podría ser un poco más fanático y super poderoso que el de Cerati. Y no nos equivocamos, tengo moretones que así lo demuestran. La horda trató de llevarse a la pobre Maca y con Ricardo fuimos a su rescate. La muy "genial" Deborah se movía como podía y yo mientras trataba de no morir aplastada. Logramos huir y aprovechamos nuestro no fanatismo para caminar, descansar, sentarnos, comer y beber. Lo mejor estaba por venir y debo confesar que el punto más alto de los dos días fue Rinocerose. Bailé como nunca y pese a que estaba ultra cansada y mis pies gritaban por un poco de comprensión, yo no podía dejar de moverlos. De hecho, no sólo lo pasé increíble, también pude copiar un par de pasos de baile del lolito que estaba parado frente a mi.

Ya les contaré cómo me va en Creamfields el próximo viernes.

lunes, noviembre 01, 2004

Elecciones


Me inscribí por primera vez para la elección presidencial pasada. De hecho estuve unas doce horas haciendo fila -porque como buena chilena orgullosa dejo todo para el último día-, y me hice bien amiguita de una niña de derecho de la Chile, con la que convecimos a dos tipos que estaban antes de nosotras de irse y no esperar más. El plan se sustentaba en que ellos iban a votar por Lavín y nosotras por Lagos, y me siento orgullosa de decir que gracias a nuestras condiciones persuasivas hubo dos votos menos y dos votos más que ayudaron, si me permiten la arrogancia, bastante en la muy incomprensiblemente estrecha elección.

Y bueno, desde entonces no me ha quedado más que hacer fila en todas las elecciones y sentirme contenta cuando mi candidato es una de las primeras mayorías nacionales o conformarme con votar por un completo desconodido(a) confiando que hará las cosas bien. En la elección pasada estuvo todo en verdad mal porque yo era muy feliz pensando que el colegio donde votaba seguía siendo el que estaba justo en la esquina de mi casa y cuando llegué a votar me habían cambiado de sede y me quedaban algo así como 40 minutos para llegar. Sin tener idea de dónde quedaba este nuevo colegio y con escasos mil pesos en la billetera agarré el primer taxi que pude y le explique al señor taxista mi dilema. Afortunadamente este caballero iba justo a buscar a su señora madre al mismo colegio y no tenía ningún problema de llevarme por luka. Habían dos mujeres en la fila, voté e hice una larga caminata de vuelta a mi hogar para encontrarme con todos ultra alterados porque yo casi que estaba desaparecida en acción.

La votación de ayer no fue para nada tan entretenida, porque las dos mujeres se multiplicaron por veinte y estuve casi una hora y media parada. Al comienzo no me molestó tanto, pero cuando se acabó mi libro y yo sólo me había movido dos centímetros del lugar donde comencé a leer me di cuenta que esto iba a acabar mal. Todas alegaban contra las vocales de mesa, que eran bien lentas, pero yo traté de resistirme porque igual las pobres llevaban horas ahí, muertas de calor y teniendo que aguantar a esta horda de señoras enojadas. Pero a medida que pasaba el tiempo mi paciencia y buena voluntad se fueron acabando y terminé pelando en mala. Imagínense que firmé antes de que me entregaran el voto, que si fuera mala en verdad (nunca lo he conseguido, no me resulta ser malvada) podría haberme quedado con un voto sólo para dejarles el cacho de una tarde larga sin que cuadraran los votos y las firmas. Pero me contuve y anulé el primer voto de mi vida cívica en el caso de los alcaldes y voté por el que sería la primera mayoría de los concejales.

Lo único que me salvó de la ira total fue que la micro que me sirve estaba casi que esperándome y eso es lo más top porque pasa casi que cada una hora. Llegué a mi casita, almorcé regaloneada por mi madre y después me enteré que por más estrecha que estuvo la elección no voy a tener cambio de alcalde. Lo que no sé es si eso es bueno o malo, porque jamás me convenció el candidato de la Concertación. De hecho, en mi anulación escribí los nombres de los dos cantidatos y seguido de dos puntos puse: "par de chantas!"