viernes, abril 20, 2007

Santiago


En pleno Bafici mode, donde por primera vez en tres años tenía cierta capacidad de distinguir entre aquello que se debía o no ver, llegué por recomendación de uno de mis profes de EA a ver Santiago, documental de uno de los hermanos de Walter Salles.

Santiago es un documental de João Moreira Salles, que nos muestra uno de los personajes más encantadores del cine: quien fuera el mayordomo de su familia. El director filmó las imágenes en 1992, cuando comenzó este proyecto que no vería la luz sino hasta el año pasado. La película es una suerte de ensayo de cómo debería hacerse el documental que estamos viendo al mismo tiempo que el descubrimiento -por parte de nosotros y del director- de este ser bello tan lleno de historias como las miles de páginas que el mismo ha redactado sobre la “Historia de la aristocracia antes y después de Cristo”. Santiago escribió con su máquina la vida y obra de familias reales de Europa, África y más, junto con algunas anotaciones de actores y actrices de Hollywood y otros personajes notables. Y Santiago no dudaba en escribir que se trataba de traidores cuando así era el caso.

Antes de ver esta película yo llevaba un buen tiempo quejándome de la poca capacidad de conmoverme que tenían las cintas que veía en los últimos años. Y digo antes porque esta película me emocionó hasta los huesos, haciéndome llorar como no lo hacía hace ya siglos. Y si se pone en contexto llorar en el Bafici no es fácil porque su público es exigente, no come cabritas (o pochoclo) en las salas, distingue a la perfección una cinta malaya de una filipina (o al menos eso le gusta creer) y te manda a callar incluso si estornudas muy fuerte. Entonces estoy ahí, viendo esta película que me ha conmovido hasta las lágrimas, las dejo salir arriesgando mi integridad y cuando me doy cuenta que las mangas de mi chaleco no serán suficientes, decido ponerlo entero al final de mi barbilla para que las lágrimas vayan a morir ahí.

Santiago anuda las pilas de la historia de la aristocracia con cintas rojas traídas de París. Así de exquisito es, en todo sentido. Y el documental busca una manera de hacerle la justicia que no pudo hace 15 años cuando el director no fue capaz de articularlo en la sala de montaje, pero se queda corto y da cuenta de ello, cuando João Moreira Salles muestra en negro el audio en que Santiago le pregunta si puede hablar de su condición de ser maldito y él le responde que no es interesante.

Santiago conmueve porque es un ser de otra época y me conmueve porque a través de él hice las paces con mi Tata. Porque mi Tata y Santiago tienen muchos puntos en común, como ser inmigrantes, como no terminar de estudiar, como ser autodidactas, como saber la historia del mundo y como no ser ya parte físicamente de él.

Entonces estoy en la sala de cine llorando porque Santiago ya no está y porque mi Tata tampoco, y ambos son este recuerdo bello que cuesta tanto articular. El consuelo se encuentra en saber que existieron y que de alguna forma los conocí a los dos. Una vez más señores el consuelo está en el cine como vida y en la vida como cine.

viernes, abril 06, 2007

Baires versión 2007 (o el largo camino a la segunda casa)


Alguna vez han tenido un sueño en el cual viajan a un lugar y se les queda todo? Bueno señoras y señores, esta jovencita experimentó el sueño en la realidad y fue MUY poco agradable.

Mi venida a Baires se había pospuesto ya varios días porque no tenía depto donde quedarme y porque mi stress pre viaje llegaba a tales niveles que por el bien de mi complexión facial opté por viajar el martes 27 de marzo. Y uno supondría que si el viaje se atrasa se cuenta con más tiempo para hacer las maletas... permítanme decir JA! Empecé con las maletas el lunes (ojo que antes igual medio había agrupado mis cosas) y terminé casi al borde del llanto el martes a las 13:55, cuando el señor del transfer consideró que adelantar el horario en que me iba a buscar sería excelente idea. El tema es que guardé como pude lo que tenía a mano, dejé el mayor desastre del mundo en el living de la casa de mis padres, no pude ni emocionarme al decirle adiós a mis seres queridos y terminé por armar las maletas en el aeropuerto (ojo que no era la única).

Y aunque logré tranquilizarme y la gente de Gol fue de lo más linda al ignorar los cerca de 10 kilos de sobrepeso de mi equipaje, el vuelo fue una versión latina del vuelo de Lost, pero sin ningún Jack que viniera a mi rescate. El avión estaba re vacío y al otro lado del pasillo una señora dormía y la otra leía, mientras yo pensaba "acaso esta gente no se da cuenta de que vamos a morir?!". El avión se lo saltó todo y ojo que digo saltar porque decir turbulencia es un eufemismo en este caso. Pasé todo el vuelo apretando el asiento con una mano y con la otra me echaba viento para evitar vomitar ahí mismo. Cuando estábamos por llegar me porté como la señorita que soy, fui al baño, me tomé el pelo e invoqué a Munra. Muy poco feliz.

Al final llegué y viva (porque chupalla que temí por mi muerte). El panorama seguía sin ser muy feliz porque mi novio había alquilado en un hostal medio del terror, donde a la mañana siguiente fui atacada por la ducha a dos bandas: se cayó literalmente en mi cabeza y había sólo agua hiper caliente porque la fría no funcaba. Se arregló más tarde cuando nos cambiamos de pieza y mejoró mucho más cuando nos mudamos al depto nuevo al día siguiente. Está re bien ubicado, al lado del obelisco, por lo que ahora me voy caminando a mis clases en El Amante. Nos quedamos ahí hasta fines de mayo y la próxima semana empieza la búsqueda del depto definitivo.

No me estoy quejando de nada, sólo me pareció gracioso comentar mi muy accidentada llegada a Baires, jejejeje.