domingo, noviembre 07, 2004

Sol Urbana Electrónica

Después de hacer una cola del terror por casi 40 minutos para conseguir una entrada para el día jueves de SUE, me puse de acuerdo con mi señor hermanito menor y nos aprestamos para a ir a ver The Mars Volta (los dos), PJ Harvey (yo) y Morrissey (ninguno en verdad, pero mi otra hermana se juntaba allá con nosotros y lo quería ver). Llegamos justo cuando Mars Volta empezaba a tocar y hermano se despidió gentilmente de mi, no sin antes encargarme su banano con un veloz movimiento de tirármelo por la cabeza, porque se iba a saltar con el grupo y el montón de locos que estaban allá adelante. Yo empecé entonces el recorrido por la que sería una de mis pocas noches de chica popular, porque mal que jamás me había encontrado con tanta gente conocida en el mismo lugar. Estuvo genial el concierto en verdad, aunque no pude disfrutar mucho a Mars Volta porque no encontré el público adecuado entre mis amigos, Pj Harvey estuvo total y Morrissey se transformó en toda una revelación. Ok, tengo muy claro que lleva años de años haciendo música, pero como mi hermana mayor lo había escuchado demasiado yo medio lo tenía tachado de mi lista de cosas que quiero escuchar. Sus letras son hermosas y fue genial estar ahí viéndolo ser tan divo como es junto a mis dos hermanos.

Aunque de todas formas el viernes fue para mi el mejor día. Mi querido Zombie me regaló una entrada y yo partí con la Maca y Ricardo a ver a Cerati. Nos pusimos muy adelante y nada, me aproveché todo el rato del anonimato que genera la masa para gritarle lo guapo que estaba. Saltamos y bailamos como locos, pero todo se vio algo arruinado cuando tratamos de retroceder, porque nos tincó que el público de Blondie podría ser un poco más fanático y super poderoso que el de Cerati. Y no nos equivocamos, tengo moretones que así lo demuestran. La horda trató de llevarse a la pobre Maca y con Ricardo fuimos a su rescate. La muy "genial" Deborah se movía como podía y yo mientras trataba de no morir aplastada. Logramos huir y aprovechamos nuestro no fanatismo para caminar, descansar, sentarnos, comer y beber. Lo mejor estaba por venir y debo confesar que el punto más alto de los dos días fue Rinocerose. Bailé como nunca y pese a que estaba ultra cansada y mis pies gritaban por un poco de comprensión, yo no podía dejar de moverlos. De hecho, no sólo lo pasé increíble, también pude copiar un par de pasos de baile del lolito que estaba parado frente a mi.

Ya les contaré cómo me va en Creamfields el próximo viernes.

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